Ajustes en la ética del emprendedor y el rol de la educación.

Ajustes -desarrollos en el plano de la exigencia, de los deberes, de los esfuerzos- de la ética del emprendedor.

El que emprende, el que tiene fuerza para mover, para iniciar y sostener un movimiento, debe ofrecer una ética, debe exhibir atributos en su dinámica que garantice la presencia de un respeto mínimo por lo esencial, que es bien de todos.

El impacto que tiene el proceder de aquellos que ostenten poder -que cumplen roles de responsabilidad, de emitir respuestas que contribuyan al bien común-, es demasiado trascendente como para que la autoridad no atienda dimensiones de esta naturaleza para la convivencia.

Esteremos todos de acuerdo con que sobran las señales, en distintas áreas y partes, de los que tienen poder, donde se refleja una descomposición vergonzosa; si, nos indignamos, sin embargo, este es el resultado de la matriz disponible en la conciencia. La enseñanza disponible actualmente, produce seres humanos que no alcanzan para encontrase habilitados ante la tarea.

La formación que se da hoy, no habilita para estar despiertos, no reconoce un espacio común donde las diferencias superficiales sean trascendidas, para recién tener entonces la oportunidad para reconocer la unión entre todos, y comprender de aquel proyecto donde debemos integrarnos, porque la realidad así lo manda.

La ciencia ha ofrecido razones sobre varios temas, para que la humanidad toda prospere en algo, algún bocadito de más luz, para mejor cuidar la vida que se nos entrega… la penicilina y muchos otros.

La transformación del modelo educativo -desarrollar los objetivos con más precisión para el producto que anhelamos alcanzar, que incluye una conciencia suficiente como para atender las exigencias trascendiendo los, también legítimos, intereses materiales-, podría permitir exigir conductas superiores frente a los temas en cuestión, frente al poder, frente al dinero, al sexo, a las drogas, frente al sufrimiento, frente a la tarea de vivir, frente al placer.

A la justicia le toca aplicar criterios para regular la convivencia, para neutralizar las desviaciones que se manifiesten. A la educación le corresponde dotar de las competencias a todos sus miembros, para atender de modo inteligente la convivencia de cada uno y de todos al mismo tiempo.

Lo que nos separa hoy, es más de lo que nos une.

El contacto de la norma con la realidad es a través de un plano donde la vitalidad cubierta no incluye de lo esencial, en grado suficiente, como para sintonizar con la vida misma. Se sostiene un espacio donde la virtualidad ofrece ausencia para un hecho objetivo como el de: “en verdad estamos todos unidos y somos todos al mismo tiempo.”

Cuando el que emprende desconoce ese secreto, que es vox pópuli, genera iniciativas que ignoran el efecto, también para él, de operar sin estar suficientemente integrado al Todo; supone la existencia de una conveniencia que pudiese estar ajena a la conveniencia de todos.

Hoy se opera dentro de esa lógica y se postula la incapacidad para los otros, de emitir una respuesta superior, como si así fuera la norma y debiera ser para siempre.

En verdad, a mi juicio, el problema es de todos, se puede sostener que una educación que incluye el cultivo de destrezas más esenciales, para el funcionar de los seres humanos, podrá empoderarlos, con capacidades para emitir respuestas de otra jerarquía, donde el bien común sea lo obvio, donde el interés por no saber para recibir la creación sea lo anhelado, donde el estar con lo justo sea lo buscado, donde el tener no abrume al ser, donde la tranquilidad sea una consecuencia accesible para todo alineado.

La mutación del ser humano, donde el salto cualitativo sea operar con una síntesis de luz en la conciencia, como principio creador y conductor de nuestra existencia, es el desafío para la educación.

Los profesores necesitan recibir la inyección de una actualización epistemológica, el “cómo se conoce” debe ser atendido, cultivado, y desarrollado. El momento requiere otra capacidad habilitada para saber estar ante la plenitud, que sale a nuestro encuentro, nuestro “cómo” debe espiritualizarse, para referirnos al surgimiento de otro espacio, digno, no pocas veces manoseado y descalificado, que culmina con la reverberación en el mismo espacio que funcionalmente descompone.

Eso de tener educación donde todos lo miembros reciben la instrucción fundamental juntos, y que ninguna otra distinciones instale como eje para distribuirnos, va en esa línea. De a poco, que se instale como un anhelo inteligente para prosperar verdaderamente, y que los esfuerzos de todos, se dispongan por algo así, por la calidad que refleja como señal del quehacer colectivo.

El interés por todos no se inculca, no se muestra, no se deduce de la influencia que recibimos, no se traduce en nada significativo, efectivo, para alcanzar la masa crítica que cambie la norma e imponga en bien común efectivo como anhelo, como política. Somos todos una gran familia en los hechos, debemos obligarnos para que nuestros comportamientos se impregnen de la consecuencia suficiente, cómo: más conciencia en educación y salud y en todo aquel responsable que sirve.

TRIAGRAMA - 03 de octubre de 2011.

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