Enteógenos

El uso de productos con la potencialidad de modificar la cualidad de la percepción en el ser humano, ha sido, es ahora y parece que siempre será, tema en la cultura. Instrumentos naturales para recuperar lo divino en nuestra conciencia. Agradeciendo la presencia de oportunidades para desarrollar la cualidad de nuestras percepciones.

La percepción nuestra hoy día, aquella usada oficialmente, con la que un miembro de nuestra cultura se satisface para atender las obligaciones exigidas, no alberga, en su síntesis, un grado de esencialidad que ilumine y devuelva la esperanza, desconoce la presencia del protagonista para lo posible, lo simple.

En salud, los pronunciamientos oficiales de parte de un ex Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción, al celebrar los 21 años de egresados, aludían a la necesidad de integrar la visión chamánica de la salud, de la vida, para asumir el desafío de prosperar en la jerarquía de nuestra respuesta.

Para los Chamanes, -responsables de atender los desequilibrios en aquellos a quienes cuidaban, o cuidan, en sus comunidades-, recuperar la profundidad y el contacto con “el misterio” de la existencia, era la manera de procurar restaurar un equilibrio esencial. Utilizaban medicinas poderosas para ello, curar buscando el centramiento del alma, sanando los espíritus. Comprenden que el espíritu -el alma despierta, el Yo superior actualizado-, ofrece las mejores garantías para atender cualquier perturbación, para atender con más oportunidades la responsabilidad de estar, de ir en este “viaje”.

Cuando el alma trasciende al ego, el momento se transforma, se recupera un plano que facilita la incorporación de otra dimensión en la percepción, que nos permite ver, de modo paulatino, sentir la conexión con un Todo enriquecido. Ese ordenamiento cura, ordena, entrega más luz, alivia. Los Chamanes usaban, y usan, Enteógenos para responder a esa necesidad, la de expandir la conciencia, despertar al que sufre.

Se plantea además, desde la arqueología, la presencia de desarrollos organizacionales funcionalmente muy equilibrados, donde los Enteógenos al parecer eran empleados por los grupos pertenecientes a la élite que conducía tales procesos, como los del período Tiahuanaco, en la historia de la zona de América del Sur a la que pertenece Chile. En los períodos decadentes, en estas culturas, se insinúa que es la corrupción, el mal uso del poder, lo que debilitaba la integración, y en esas fases se vulgarizaba el uso de los Enteógenos.

Como todo poder, si el que lo usa no comprende la responsabilidad que asume al decidir relacionarse con fuentes de poder, las consecuencias llagan a ser nefastas, son arrastrados por el poder, debido a la falta de firmeza de esas almas.

Mientras el Yo permanece en el ego, en la ilusión, identificado con los pensamientos, con lo virtual, no existe ninguna posibilidad de alcanzar una verdadera garantía para no ceder a la tentación, es fundamental despertar, que alguien garantice ese estar despiertos, para conducir hacia el otro plano.

El Chamán cumplía ese rol, abría espacios más totales para precipitar la trascendencia de esos límites virtuales, y alcanzar algún grado de plenitud suficiente para recibir al Yo en un espacio más sutil y pleno, donde lo espiritual surge ofreciendo una funcionalidad superior, permite un enriquecimiento efectivo de las oportunidades, recupera lo divino, la noción de ser partes del Todo, en grado suficiente para paladear la dimensión sagrada de la Vida, o en la Vida.

Cuando el enteógeno se usa y no se abre la maestría para administrar el poder, éste se manifiesta en la conciencia como distorsión, alucinaciones, como sueños, pero despiertos. Es la realidad presionando por entrar en contacto con el Yo, y el Yo instalado en el ego, no sabe cómo recibirla. Desde este modo, el enteógeno es solo un Alucinógeno.

A nuestro juicio, generalizar a toda la posibilidad del enteógeno, el resultado alcanzado en estas condiciones, es una manifestación de falta de rigor.

El gran anhelo de más integración, que se intuye para mejorar el bienestar humano, produce en tanto no alcanzado, la necesidad de buscar respuestas de manera urgente, que sin la conducción y orientación apropiada lleva a resultados dramáticos. Las personas necesitan más conciencia, más alivio, y toman lo que esté disponible, a cualquier costo y de cualquier modo, buscando el alivio del dolor, evadiendo la realidad. Muchas de las respuestas, hoy propuestas responsablemente, procuran facilitar el alivio como el eje de los objetivos, excluyendo oportunidades para aprender a hacernos mejor cargo de la situación y desarrollar destrezas para soportar, en algún grado superior, cada momento, más firmes, menos débiles.

Por otra parte, la religión -en general-, pretende procurar ese contacto, ordenar esa dimensión esencial del ser humano, sin embargo, da la impresión que su misión está insuficientemente lograda, no ha producido la masa crítica para generar el cambio. Pareciese que la fuerza, o la pureza, o algo de su propuesta, no alcanzan para recuperar a Dios, para alcanzar la ausencia de pecado en el Hombre, que es su ignorancia. Es una impresión. Lo cierto es que la medicina necesita curar también al Alma de modo efectivo, no sólo al cuerpo, y así abordar integralmente la tarea de restaurar el equilibrio en la condición humana. La medicina necesita incorporar la comprensión esencial de la vida que refleja los estudios sobre el quehacer chamánico, de ayer y de hoy.

Actualmente el uso de los enteógenos, en medicina, es poco comprendido, más bien rechazado, por las consecuencias que un empleo vulgarizado determina, esto es un hecho. Se ha intentado de todo para neutralizar estas consecuencias, buscado bloquear el acceso a la fuente de poder, al enteógeno. No ha funcionado. Se reivindica el derecho de hacer cada uno uso de su libertad individual, pero el límite es difuso, confuso, lo que se sostiene oficialmente es poco creíble, lo que da pie a que “a río revuelto, ganancia de pescadores”.

La urgente necesidad de que el funcionar humano se desarrolle en planos de conciencia más integrados, junto a la falta de puentes oficiales, inteligentes, y organizados para saciar esta necesidad, determinan el mal uso de alternativas que igual están disponibles para cruzar, aunque sea por momentos, a estados distintos al cotidiano, aunque sean distorsionados y de alto costo.

Otra comprensión más inteligente puede también evitar el daño que muchos de los productos, que también están disponibles, continúen ejerciendo sus terribles efectos, y que no son enteógenos, sino que solo son distorsionadores de realidad que llevan a más oscuridad y no hacia más inteligencia.

¿Lo esencial?, procurar el desarrollo de nuestro encuentro con la realidad, para ello, el uso responsable de las herramientas disponibles. Otras técnicas (meditaciones y otras prácticas, rituales, etc.), como los enteógenos, terminan convirtiéndose también en objetos de adicción, de esclavitud, en ausencia del maestro que guíe por la plenitud. El objetivo es despertar, recuperar lo divino, el Alma para lo esencial, para lo espiritual, para formar parte del Todo y estar en continuidad con Dios.




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