Inteligenia, capacidad para conducirse en la Vida

Un factor esencial, que bloquea el desarrollo de la inteligencia en el Ser Humano, es la falta de pureza de la información con la que trabajamos, nuestra percepción está interferida de modo tal, que nuestro contacto conciente con la realidad, el cotidiano, el habitual, no logra captar esencialidades trascendentes para el juicio, para la noción esencial que nos hacemos en todo momento, estamos dormidos fisiológicamente, por ignorancia no cultivamos facultades para enriquecer la cobertura posible del todo en cada momento. Del presente que va aconteciendo, vamos desconociendo elementos para alcanzar una comprensión que recree nuestras verdades, que transforme la naturaleza de nuestros principios, ya no más buenas ideas, sino buenos movimientos, ya no más información plana y seca, sino vida misma, Dios mismo, pues al saltar, al habilitar, tales facultades, se saborea la Vida, se siente a Dios en nuestra conciencia, se asume más responsabilidad en virtud de la compresión alcanzada, no queda otra opción, más inteligentes y dignos para relacionarnos con lo que hay, con lo que es. Imposible pretender satisfacción cuando las necesidades reconocidas son ilusorias, no brotan desde una constatación sentida de la vida, brotan de especulaciones que emergen en nuestro intelecto, a cerca de lo que es necesario, porque la capacidad de nuestro registro permite cubrir concientemente información sólo virtual, de hecho los momentos de contacto pleno con la vida, donde no hay en la conciencia referencia virtual alguna, son vividas con angustia, con dramatismo, se rechazan, se proscriben, no se aprovechan así los momentos de contacto puro con la vida directa, sin neutralizaciones desde lo virtual.

La inteligencia obliga a cultivar la cualidad de nuestra percepción, de nuestro estar en el mundo, trascendente a toda distinción efectiva, reconocer jerarquías para la observación empleada, precisar el dinamismo de realidad con el que vamos a trabajar. Un funcionamiento inteligente se da desde una comprensión que integra dimensiones esenciales de la existencia, que recrean la condición humana en su concepción, en su esencia. Surge la oportunidad para participar de un plano de observación que ofrece más rigor, otra jerarquía, donde algún grado de objetividad se hace posible, se puede por ejemplo, pasar a constatar la masa y el peso como experiencia directa, conciente, integrar desde otro plano la información que proviene de nuestro cuerpo con la que surge desde más allá de sus límites, de lo otro, del resto del mundo, si la práctica es suficiente, puede llegar a recibirse en la conciencia una sensación única y suficiente de la energía, con luz, y distinguirse siendo partes de un todo. Momentos más plenos van nutriendo el proceso y van recreando de modo continuo, las comprensiones ya alcanzadas. Inteligencia para comprender que “perdónalos señor, porque no saben lo que hacen” es una muy fina y lúcida declaración fenomenológica del cómo la dinámica de lo humano se desenvuelve, la vanidad, la adoración a un brillo mediocre, ilusorio, que propone los éxitos disponibles al que postulan los proyectos provistos de las mejores intensiones, con más demanda social, asociados a lo superior; desde esta perspectiva, son indignos, funcionalmente, para la naturaleza esencial de la vida y de lo humano. La fama, por ejemplo, ofrecida. Perseguida, anhelada por muchos, manipulada, que mueve mucha energía, de esa que esperamos pronto se disponga para perseguir objetivos más nobles, famas de otra jerarquía.

La acumulación de poder, de fuerza, de potencia, de influencia para inducir la conquista de lo material como meta, es un fracaso, lo material: dinero, conocimiento teórico, el cuerpo, el sexo, energía de frecuencia más grosera, materializada, con otra dinámica, ocupando nuestro interés en proporción inconducente. Tanta energía canalizada para propósitos perversos que comprometen la inteligencia de toda la humanidad y coartan la oportunidad para alcanzar el verdadero éxito, esa fuerza que niega a Dios en su dinamismo, que no incluye de lo que hay en grado suficiente, de lo esencial. Si hay algo que hacer es despertar, cada uno exigirse más inteligencia, más rigor para optar a mejor, a más simple, hasta a más fácil después de un tiempo, porque la transición, siempre es turbulenta, y si no estás bien parado y/o bien acompañado, muy complicada y dolorosa.

El inteligente de hoy ¿quién es?, si, hay jerarquías de inteligente, en ámbitos, unos son más inteligentes que otros, exhiben más capacidad para responder, oportuna, eficiente ante alguna demanda, para administrar teorías, para negociar, para soportar, para moverse en la ciudad, para abusar de otros, para manipular, para…

El factor “meta”, que cruza las particularidades y que abre otra jerarquía para la presencia, genera otra inteligencia –metainteligencia- un Yo superior funcionalmente en operaciones, el hacer, el pensar, la actividad natural, recibe un contexto, que orienta, que conduce toda intensión hacia más y distinto, plenitud, hacia más eficiencia, hacia más de todo al mismo tiempo, hacia más precisión de lo que es adecuado y oportuno para la tarea de cada uno y de todos. Procurando desarrollar la comprensión de un atributo que debería estar al servicio del encuentro con la armonía, con la luz, con la inteligencia, esa de la creación, no en la de nuestro intelecto, que siendo insumo de la conciencia, está menos integrada que la vida, entonces, una inteligencia esencial, más receptiva, donde nuestro protagonismo se recrea, se perfecciona, se pone al servicio del gran proyecto en el que viajamos.

Doctor Miton Flores. Enero 2011

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