Uso consagrado de la Cannabis o Santa María

Entre los diferentes nombres con los que se llama a la Cannabis, está el de "Santa María", por la cualidad femenina y receptiva de su efecto.

Quienes ponemos el acento de esta experiencia en la vivencia de una intensidad en presencia de nosotros mismos, comprendemos que estamos "consagrando" un momento, vale decir, disponiendo un momento para el cultivo de lo sagrado, para el contacto con la expresión más fina de la energía que vibra en todo, en nosotros también. Así el empleo de este enteógeno nos permite experimentar la sutileza que también somos, y en esta experiencia accedemos a una mayor perspectiva, desde la cuál es posible recibir más, saber de más, no más de lo mismo, sino que más otras dimensiones de la existencia: cuerpo, emoción, intuición, Espíritu.

El uso ritual o consagrado de una planta de poder, de la Santa María en este caso, consiste en un empleo dentro de un contexto dispuesto, en su forma y sentido, para favorecer un momento de contacto con lo inmaterial, profundo y esencial de nuestra existencia, con el misterio de nuestra existencia, para adentrarnos en el no saber y no pretender, y practicar el conducirnos lucidamente en medio de un nivel de actividad, de intensidad, superior al habitual, accediendo de este modo a más de nosotros, de los otros, del todo, desde donde se esclarecen comprensiones más integradas, se configuran ajustes funcionales, y se pueden desarrollar meta-competencias para conducirnos en la vida.

Tal creemos que es el trasfondo del interés por su consumo, aún entre quienes solo declaran un interés lúdico. Se trata de salud, de una clase de salud que trasciende al cuerpo, una salud integral, la salud de deviene de haber incluido el Espíritu en la existencia cotidiana.

La efecto de Santa María puede tener eso amable, femenino, maternal;
como una mano que se extiende desde otra dimensión, suave y firme,
una compañía.
Es apertura del pecho y de la mente,
reposo de las emociones,
una perspectiva que se despliega natural y sorprendente a la vez
integradora, renovadora.
El emerger de una nueva voluntad, en conexión con lo esencial
Muchas veces la experiencia es madre consoladora,
amable transformadora,
calma de un sufrimiento,
esperanza y luz en una obscuridad,
ligereza de la pesadez,
desazón que cede a la alegría.
No se puede dar la espalda a aquello que ha hecho posible estos milagros en nosotros,
cuando hemos sabido ir a su encuentro con renuncia a cualquier apego, solo dejándonos recorrer.
No se puede dar la espalda a esta oportunidad, a esta apertura,
a su amplitud y su profundidad.

Sin preparación, osea, sin conocer como es posible tomarnos con firmeza en un momento,
se despliega su efecto sobre el despiste y el pajaroneo...
entonces la experiencia puede azotarnos, arrollarnos, arrastrarnos sin piedad,
arrastrándonos en una vorágine apocalíptica de sensaciones, emociones, ideas, imágenes, recuerdos, proyecciones, lecturas construyéndose unas sobre otras,
desprovistas de todo contacto con el momento real fuera de la mente,
... como en la vida cotidiana todo el tiempo, pero con más locura.
Quedarse ahí, fortalecer la conexión con la tierra, con la propia raíz, con el cuerpo, y sentir...
sentir la respiración,
el pecho,
contraer y soltar,
mover la la columna...
afirmarse en la materia hasta pasar, hasta atravesar al otro lado,
abiertos, expandidos, más contentos,
a salvo, agotados, pero a salvo.
Hay que practicar, no es cosa de llegar y "volarse",
no si el anhelo es prosperar, desarrollar una competencia para la vida,
abrirse a recibir y experimentar una plenitud propiamente humana.
Se trata entonces de consagrar un momento,
de aprovechar un momento para entrar en un más íntimo contacto con la vida,
desprovistos de apego a alguna lectura en particular de las cosas,
a una definición rígida de nosotros mismos...
lo más que se pueda cada vez, progresando cada día un poco más.
Es un entrenamiento, no es cosa que ocurra porque si,
pero puede siempre buscarse.



Paulina - Noviembre 2011

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