Choque entre modelos, señal de transformación.
Existe una gran mayoría de personas que no han
tenido la oportunidad de conocer modos de vivir, de organizarse en sociedad,
diferentes al modelo dominante, aquel que está fuertemente marcado por el
“tener”, el “acumular”, el “asegurarse la vida”, reduciendo ésta a lo meramente
material. De esencialidad nada, o muy poco, se ha relegado la responsabilidad
del cuidado y cultivo de la dimensión espiritual de la existencia a las
instituciones religiosas, que a su vez están dado muestras de perversión en su
interior, pasando por una crisis.
Difícil modo de estar parado frente a la vida,
así castrada, cosificada, pero en eso estamos, en medio de la gran crisis de
este modelo o paradigma.
Existen personas, de nuestra cultura, que sí han
tenido la oportunidad de aproximarse, conocer, participar, de otras maneras de
organizarse para vivir, donde se asume, de modo explícito, que el ser humano ha
de saciar, ha de incluir de manera armónica en su cultivo, en su desarrollo,
las necesidades del contacto con lo sutil, lo esencial.
Han tenido la oportunidad de participar de
experiencias chamánicas, ceremonias o ritos, donde las personas se congregan para
trabajar sobre sí y el grupo, al exponerse al efecto de plantas que expanden la
capacidad de percibir, abriéndose a la oportunidad de integración de otro plano
de realidad en la conciencia.
Se requiere de osadía para transitar por este
tipo de experiencias, que rompen los esquemas occidentales, donde lo que se
conoce como lo bueno o lo malo, desde el eje de me gusta o no me gusta, no
cabe, es insuficiente; el observador ha de
instalarse desde un plano donde la pregunta será si se avanza o no se
avanza, si se produce o no un enriquecimiento en un plano trascendente al
gustar o no.
El paso por experiencias de esta naturaleza -si
son bien aprovechadas, y han sido adecuadamente conducidas por un guía
conocedor que es muestra viva de desarrollos ya logrados en su propio
funcionamiento-, transforman la visión, el proyecto vital, de quien, por haber
visto más, se ve en la obligación de priorizar distinto. Se evoluciona en la
cualidad de la observación realizada, más integradora, se comprende que el bien
común es el mejor camino para acceder al propio bienestar. Surge solidaridad,
respeto, cuidado… la necesidad de compartir con otros la posibilidad de acceder
a experiencias de otra naturaleza de integración que sacian necesidades de tipo
esencial o sutil.
En América Latina, los pueblos originarios, de
muchos países, conservan y cuidan la visión chamánica para la búsqueda del
bienestar, consagrados como un derecho, la libertad, el cuidado de lo
espiritual, y se normaliza la realización de ceremonias chamánicas o de trabajo
espiritual y el empleo de plantas de poder o plantas enteógenas con estos
propósitos.
En Chile, desde la ignorancia, desde el
desconocimiento de la existencia de este otro modo de vivir, se ha enjuiciado y
se está enjuiciando como malo, dañino y peligroso el uso de plantas de poder en
contextos rituales. Con estrechez se cosifica la planta y el rito a una mera
sustancia peligrosa y se atribuye intención dolosa a la persona que la posea,
que la emplee, que la administre a otros.
Aplicar la ley 20.000 a este tipo de
situaciones -ley que en sí misma da
muestra de desprenderse desde una lógica poco rigurosa, que hace atribuciones
de daño a sustancias sintéticas y plantas por igual, e intención delictual a
consumidores y traficantes sin mayores distinciones- es un error. Es un choque más entre dos
modelos de niveles de integración muy diferentes.
Es necesario, urgente, abrir un debate serio, de
altura, frente a la funcionalidad de cultivar la percepción, con las
herramientas disponibles, para acceder a saciar necesidades de otro orden
distinto al material, y podamos alcanzar un desarrollo evolutivo de un orden
superior, avanzar como cultura, como humanidad.
El choque entre paradigmas está aconteciendo.
En todo ámbito se percibe la urgencia de la
transformación de lo que está dado para pasar a una madurez superior.
Este cambio de modelo o paradigma, tiene que ver
con la necesidad de incluir de este tipo de energía, no se trata tan solo de
más recursos materiales, se trata de más oportunidades para la integración real
con el Todo, esto pasa por la habilitación de personas capaces de abrirse a
recibir más de la existencia, capaces de registrar de manera conciente lo
posible de ser percibido. Se trata de
aprender a organizarnos incluyendo las necesidades de tipo esencial, que hoy,
por no atendidas, nos tienen a todos experimentando algún grado de
insatisfacción. El modelo actual ha fracasado.
Fuerza para todos los que les toca ser punta de
lanza en estos momentos de transición.
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