Enteógenos, conciencia y sexualidad


Ciertamente con excepciones, pero en general, la relación que se exhibe para entrar en contacto con la vida sexual y erótica necesita desarrollase.
Cuando la evolución del ser humano no ha alcanzado una presencia cristalizada fuera del ego, su posibilidad para vivir la sexualidad en conciencia no existe, y es arrastrado por la pasión y el deseo, sin poder llegar a amarse objetivamente.
Si el sujeto está habilitado para participar de una categoría de observación, que se realiza desde el espacio trascendente, que se garantiza cuando la Conciencia ya incluyó la percepción orgánica del cuerpo, por ejemplo. Si dispone de un Yo funcionalmente capaz, para mantenerse presente mientras su cuerpo goza, podrá ligarse con el alma del otro, y amarse mientras goza. Deseo en presencia de la luz, cautelando lo sagrado y sutil de la experiencia, y consagrar así ese momento.

El lenguaje puede ser otro pero el proceso es el mismo siempre.

Esta habilitación requiere que el ser humano evolucione en su percibir, en su entrar en contacto con lo real, para que pueda incluir más de cada momento en su conciencia, para así apropiarse de él en la situación y maniobrar comprendiendo, más lúcido, enriquecido, empoderado, responsable.

El esfuerzo para atender estas necesidades de desarrollo, se ve facilitado por los enteógenos. Un alma en cuerpo de hombre o de mujer se puede asistir en su entrenamiento con el uso conducido de la Santa María, participando de un proceso integral  de desarrollo, en lo posible. Pues abrir la percepción significa que cualquiera puede llegar a más poder, y si no está preparado para administrar esa responsabilidad se genera una crisis.
Si se sale a encontrar más poder, y no se asume con el rigor necesario, este poder entra a ejercer una influencia sobre lo que esa alma es conciente, y la apertura implica dejar entrar flujos de vida misma, que irrumpen, en una conciencia que da cobertura solo a lo virtual, produciendo estragos.
Las almas responsables, capaces de ofrecer una ética más madura, deben exhibir una conciencia que de cobertura cuando menos también al cuerpo, que el flujo vital que brota por la apertura se encuentre con un cauce habilitado para contener vida fluyendo.
La sexualidad vivida por la norma, en su esencia, es perversa. Los jóvenes no reciben instrucciones maduras para poder alcanzar relaciones sanas, equilibradas, eficientes, bien comprendidas.

Subjetividades consensuada, dadas como principios objetivos, que son falsos. Criterios que no usan la realidad.

La desconexión con el cuerpo, constatable en la comunidad, el abuso del mismo, determina un escenario social que no alcanza conocimientos suficientes de como funciona esa dimensión de la vida, donde la sexualidad se manifiesta, el cuerpo, el templo donde cada uno de nosotros habita.

Prácticas conducidas para despertar, con un despierto que guía, con herramientas diversas. En ese contexto, cuando ha formado parte de la cultura de ese ser humano, se ha sugerido intencionar el uso de la Santa María, por la trascendencia que tiene en el progreso del aprendizaje, y que no pocas veces cambia dramáticamente la experiencia que suele ser profundamente insatisfactoria, socavando de manera lamentable la vida de jóvenes, parejas y familias.

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